La poderosa empresa de Cali nació en la década de los 30 y pasó por importantes familias que, con el tiempo, la convirtieron en la favorita de los colombianos
Corría el año 1930 cuando un inmigrante italiano llamado José Panebianco de Rosa abrió un pequeño local en la Carrera 4 con Calle 11, frente a la Plaza de Cayzedo en Cali. Era una cafetería modesta, pero con un sueño ambicioso: servir café tostado y molido que contara historias de amistad y región. Así nació lo que hoy conocemos como Café Águila Roja, una marca que se convirtió en un símbolo nacional de tradición y sabor.
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La aceptación fue instantánea. Solo nueve años después, en 1939, se trasladaron al barrio San Nicolás, en la Carrera 5 con Calle 21, ampliando operaciones y consolidando una identidad que respiraba sabor a pueblo y calor cálido de hogar. Allí, con innovación tecnológica y pasión cafetera, Torrecafé Águila Roja comenzó a transformar granos en ritual diario, y a convertirse en la marca de cabecera de generaciones enteras.
Una familia que tostó comunidad
A mediados del siglo XX, el negocio pasó a manos de la familia Sangiovanni, cuando la hija de José se casó con Giuseppe “Pepino” Sangiovanni Russo, quien impulsó la expansión regional y modelo empresarial con visión social y deportiva. Bajo su liderazgo, la empresa abrió su primera planta industrial en 1974 en Candelaria (Valle), luego en 1994 en Madrid (Cundinamarca) y finalmente en el año 2000 en Santander de Quilichao (Cauca).
El legado de los Sangiovanni no se limitó al café. Desde 1963 apoyaron el ciclismo profesional con el equipo Águila Roja de Hernando Torres, y más adelante Giovanni asumió la presidencia de la Federación de Ciclismo, devolviendo al deporte una pasión que había alimentado con recursos y visión. En los años setenta también incursionaron en el fútbol, contribuyendo a la formación del primer equipo femenino del Valle, con sede en instalaciones del Hospital San Isidro, y hoy patrocinan al club Orsomarso de Palmira.
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Ese impulso no fue puro patrocinio: marcó una forma de entender la empresa como la extensión de un valor regional. “El concepto de familia” que siempre acompañó las decisiones de Águila Roja se tradujo en eslóganes como “Tomémonos un tinto… seamos amigos” o “Te acompaña con cariño”, frases que se grabaron en la cultura colectiva colombiana, especialmente durante las navidades con su famoso jingle que anuncia el inicio de diciembre desde los noventa.
La cultura empresarial contempló desde temprano la responsabilidad social: proyectos educativos, mejoras en infraestructura escolar y reciclaje industrial que reincorpora hasta el 64 % de los residuos generados, además de dar prioridad a empleados jóvenes, madres cabeza de familia y poblaciones vulnerable.
El presente de Café Águila Roja
Hoy, con más de 90 años de historia, Café Águila Roja es una de las marcas favoritas del país, con presencia nacional en supermercados y hogares, soportada por tecnología de punta en sus tres plantas industriales y una enorme fidelidad de los consumidores.
Al recorrer su trayectoria, hay un elemento que se repite: el café no se hizo solo para vender, sino para compartir. Desde aquel primer local en Cali hasta las operaciones actuales en varias regiones, la marca se consolidó con la convicción de que cada taza es un vínculo, cada aroma un recuerdo. Esa forma de ver el negocio, más humana que comercial, convirtió a un pequeño café regional en un gigante de las mañanas colombianas.
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Café Águila Roja no solo tostó granos; tostó comunidad, deporte, amistad y una identidad vallecaucana que, con el tiempo, se convirtió en orgullo nacional. Una marca familiar que entendió que el verdadero sabor está en la compañía. Y así seguirá acompañando, con cariño, los tazones de tinto que siguen reproduciéndose en cada mesa colombiana.
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